12 de octubre de 2025

TENEMOS UNA MISIÓN 3: ABRAHAM

  Historia del padre de la fe, Abraham y su familia.


 



 Dios pidió a Abrahán salir de tierra para ser padre de un gran pueblo.



                                                                      Sacrificio de Isaac 1588 de Palo Veronés 
                                                                                   Museo del Prado (Madrid) España

Abrahán es el primero de los patriarcas del pueblo de Dios y es considerado el "Padre de los creyentes". Dios le pidió salir de su pueblo e ir a una tierra nueva y le prometió "tendrás tantos hijos como hay estrellas en el cielo". 
Abram le creyó a Dios.

RESUMEN DE LA HISTORIA DE ABRAHÁN

Un día, Dios se le apareció a Abraham y le dijo: “Abram, quiero que dejes tu hogar y a tu familia, y vayas a una tierra que te mostraré “. Aunque esto parecía un poco extraño, Abraham confiaba en Dios y sabía que tenía un plan para él.

Así que Abram reunió a su esposa Sarai, a su sobrino Lot y a todos sus animales, y comenzó a viajar hacia la tierra que Dios le había prometido. Fue un largo viaje, pero finalmente llegaron a la tierra de Canaán.

Dios le prometió a Abraham que esta tierra sería para él y para su descendencia, y que su familia sería tan numerosa como las estrellas del cielo. Abraham y Sarai estaban muy emocionados por esta promesa, pero había un problema: ellos no tenían hijos y eran muy mayores.

Pero Dios hizo un milagro y les concedió un hijo, al que llamaron Isaac. Abraham estaba muy agradecido a Dios y siempre le obedecía. En una ocasión, Dios le pidió que sacrificara a su hijo Isaac como una prueba de fe. Abraham confiaba en Dios y estaba dispuesto a obedecer, pero en el último momento, Dios envió un ángel para detenerlo y le dijo que había demostrado su lealtad.

Abraham vivió muchos años más y su familia se multiplicó, tal y como Dios le había prometido. Se convirtió en un ejemplo de fe y obediencia para todos nosotros.


¿Qué enseña la historia de Abraham a los niños?

La importancia de escuchar a Dios: Abraham nos enseña que es crucial estar atentos a la voz de Dios y seguir sus instrucciones. Él confió en Dios y obedeció cuando le pidió que dejara su tierra y se dirigiera a un lugar desconocido. Esto nos muestra que cuando escuchamos a Dios y confiamos en él, podemos tomar decisiones sabias y experimentar bendiciones en nuestras vidas.

La importancia de la paciencia: Abraham y su esposa Sara esperaron durante muchos años antes de tener un hijo. A veces, nuestras bendiciones o deseos pueden tardar en cumplirse, pero la historia de Abraham nos recuerda la importancia de ser pacientes y confiar en el momento perfecto de Dios. Aunque puede ser difícil esperar, la paciencia nos ayuda a cultivar una actitud de confianza y gratitud.

El valor de la obediencia: Abraham nos muestra que la obediencia a Dios es un valor fundamental en nuestra relación con él. A través de su obediencia, Abraham recibió bendiciones y se convirtió en un instrumento poderoso en las manos de Dios. Esto nos enseña que cuando obedecemos a Dios y seguimos sus mandamientos, estamos abriendo la puerta a su guía y bendición en nuestras vidas.

El amor y cuidado de Dios: La historia de Abraham también revela el amor y cuidado de Dios por su pueblo. A lo largo de la historia, vemos cómo Dios protegió a Abraham y guio sus pasos. Esto nos recuerda que, así como Dios cuidó y bendijo a Abraham, también nos cuida y nos ama profundamente. Podemos confiar en que Dios está siempre presente y dispuesto a ayudarnos en cada paso de nuestro camino.

ACTIVIDADES:

1.- Preguntas sobre la historia de Abraham

¿Quién fue Abraham?

¿Qué le dijo Dios a Abraham que hiciera?

¿Qué promesa hizo Dios a Abraham en la nueva tierra?

¿Cómo se llamaba el hijo que Dios le dio a Abraham y Sara?

¿Qué prueba difícil le pidió Dios a Abraham?

¿Qué hizo Abraham cuando Dios le pidió que sacrificara a Isaac?

¿Qué animal fue usado en lugar de Isaac para el sacrificio?

¿Qué lecciones podemos aprender de la historia de Abraham?







El domingo 19 de octubre la Iglesia celebra el DOMUND, la Jornada Mundial de las Misiones, organizada por Obras Misionales Pontificias(OMP). Es el día en el que, de un modo especial, la Iglesia universal reza por los misioneros y colabora con las misiones. Se celebra en todo el mundo el penúltimo domingo de octubre, el “mes de las misiones”. Este año el lema elegido para la celebración de esta Jornada es “Misioneros de esperanza entre los pueblos».

«Misioneros de esperanza entre los pueblos», lema de este año

El lema de este año para el Domund”, viene dado en el mensaje del papa Francisco para este Día. En él, recordaba a cada cristiano, y a la Iglesia como comunidad de bautizados, su vocación fundamental a ser mensajeros y constructores de esperanza. Esta vocación necesita el apoyo del resto de la Iglesia. ¿Cómo? Hay tres formas de cooperación misionera: personal, espiritual y económica. No se trata sólo de colaborar con la misión, sino de participar en ella. 

España: segundo país que más colabora con el Domund

En la actualidad, España es el segundo país que más colabora con el Domund, por detrás de Estados Unidos. Nuestro país envió a misiones en 2024 10.351.613,49€ para la financiación de los proyectos de 2025.

Además, España es uno de los países que más misioneros tiene repartidos por el mundo. Unas 377 instituciones envían misioneros a la misión, cada una con un carisma diferente, pero todas en comunión con la Iglesia.

En la base de datos de OMP, hay registrados 9.648 misioneros españoles. De ellos, 5.624 están en destino, y 4.024 en España, colaborando con la animación misionera o a la espera de nuevos destinos. Además, el 53% de los misioneros españoles son mujeres, y el 47% hombres y el país con más misioneros españoles es Perú (524).

Cabe destacar en este día que en total existen 1.131 territorios de misión, que representan un tercio de las diócesis del mundo. En ellos, se encuentran cerca de la mitad de las escuelas de la Iglesia Católica, y el 30% de sus instituciones sociales (hospitales, orfanatos, residencias…).


JORNADA MUNDIAL DE LAS MISIONES

El Domund es el día en que, de un modo especial, la Iglesia universal reza por los misioneros y colabora con las misiones.

Se celebra en todo el mundo el penúltimo domingo de octubre, el “mes de las misiones”.








ESPERANZA CON FUNDAMENTO

José María Calderón,

Director de OMP en España

En este mundo en el que vivimos, hay muchas promesas. Los políticos, los economistas, los publicistas, los comerciales…, todos nos prometen un mundo mejor, sin tanto sufrimiento, sin tanta guerra, y ¡nunca termina de hacerse realidad!

Es una promesa ingenua y sin fundamento, porque se olvidan de que el ser humano es pecador y, mientras estemos en esta tierra, siempre habrá egoísmo, soberbia, deseos de venganza… Lo “divertido” es que ¡los que lo prometen también son pecadores!; y muchas veces sus promesas se convierten en trampolín para conseguir ellos lo que prometen, pero que a los demás no dan. Además, se olvidan de que en este mundo siempre, siempre, habrá enfermedades, catástrofes, accidentes… involuntarios, pero reales. Y, por mucho que nos esforcemos, no conseguiremos evitarlos.

No es que no crea que el hombre puede hacer cosas bonitas y grandes en este mundo. De hecho, es algo que no podemos dejar de desear, pero con sentido de la realidad: la esperanza no la dan las cosas de esta tierra; la esperanza de verdad la da exclusivamente Dios.

Por eso, me atrevo a decir que los hombres y mujeres que han abandonado todo para dedicar su vida a llevar la verdad del Evangelio son lo que pueden provocar la esperanza en las personas, en las culturas, en los pueblos. Los misioneros que proponen el verdadero ideal del hombre, que no es otro que Cristo, son, sin duda, sembradores de esperanza para aquellos cuyo horizonte es pequeño y caduco.

No prometen falsas riquezas, no prometen un mundo sin dolor. Al dolor lo llaman cruz, y en la Cruz encuentran al Redentor. No prometen un mundo sin injusticias y sin abusos ni atropellos, porque no promueven una ideología. Prometen un mundo en el que el hombre está llamado a convertirse, a mirarse ante el Salvador y proponerse renovar su deseo de eternidad.

El Domund de este año nos pone delante a esos sacerdotes, religiosas, obispos, laicos y familias que no viven de utopías, de sueños inalcanzables, sino que miran al mundo, a los pueblos, a las gentes con un profundo amor y desean darles la seguridad de un Dios que les ama con locura y que quiere para ellos lo mejor. Un Dios que ha regalado al hombre que se dirige a Él el perdón y la misericordia. Un Dios que le ha prometido la felicidad para toda la eternidad. Un Dios que no le engaña y no le dice que su vida, aquí en la tierra, va a ser perfecta, pero sí le asegura su compañía, su consuelo y su gracia en todo momento, y, de modo particular, en los tiempos de dolor, de angustia, ¡de cruz!

 Lo hemos comprobado todos. Cuando algún amigo, quizás nuestra madre o nuestro padre, nos ha hablado al corazón de ese Dios que quiere estar cerca de nosotros y que quiere compartir nuestro dolor, se nos han esponjado las entrañas, nos hemos quedado con más paz, hemos descubierto que ¡el mal no tiene la última palabra!

Evidentemente, las palabras de ánimo y de fe que nuestros misioneros transmiten ¡van acompañadas de obras de amor!; y esas obras ayudan a crecer, también, humanamente. Son realidades tangibles, como escuelas, dispensarios, orfanatos, casas de acogida…, que nos recuerdan que el hombre es también de carne, y vive en un mundo del que se tiene que valer para vivir con dignidad y con proyección a un futuro. ¡El mismo Dios se hizo hombre!, “trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejante en todo a nosotros, excepto en el pecado”; por eso, el Concilio no duda en afirmar: “Cristo, el nuevo Adán…, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación” (GS 22).

Para quienes tenemos fe, la Jornada del Domund es una oportunidad que se nos da para que cada uno de nosotros nos alegremos cuando nos enteramos de que, en África, en Asia, en América, los misioneros están trabajando denodadamente por llevar la esperanza verdadera al corazón de tantísimas personas que no conocen a Cristo. Esos “Misioneros de esperanza entre los pueblos” están haciendo posible que muchos descubran la belleza y dignidad de sus vidas. Están transformando este mundo en el Reino de Dios, el que pedimos en el padrenuestro: “¡Venga a nosotros tu reino!”. Pero no apoyándose en falsas promesas ni en ideologías destructivas, sino invitando a la conversión del corazón a cada uno, para que Dios pueda hacer de ellos constructores de paz y alegría. 

Seamos misioneros de esperanza nosotros también, apoyando con nuestra oración y nuestra colaboración económica a aquellos de quienes nos sentimos tan orgullosos, y que son nuestros hermanos misioneros.




 

Dos misioneros españoles que compartieron la misión de Robert Prevost en Perú, antes de ser elegido Papa, y el que fue su secretario cuando era obispo de Chiclayo, destacan su espíritu misionero en este vídeo para la Jornada Mundial de las Misiones 2025.







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